miércoles, 1 de octubre de 2008

Sin título

Siempre le había gustado escribir, desde que era joven, a pesar de que en su época solo algunos privilegiados tenían la suerte de acceder a estudios. Él no los tenía, pero su padre le había transmitido su amor por los libros y le había enseñado el arte de la escritura cuando aún era un niño.
Ahora, sentado en el parque de la Alameda, trataba de ordenar sus recuerdos sobre una vieja libreta. Hacía meses que había emprendido esa nueva rutina; algunas tardes, después de su paseo diario, las palabras fluían con velocidad, incapaz de que su mano pudiese seguir a su memoria; otras, en cambio, solo conseguía hacer un garabato sobre la hoja en blanco, como si anterior a ese momento no hubiese existido otro. Era entonces cuando se topaba de bruces con la realidad, con su cruda realidad, esa en la que, poco a poco, iba desapareciendo su presente, lo que le causaba más terror que olvidar su pasado. Había sido un hombre testarudo y su cabezonería, convertida en impotencia, le impedía aceptar lo que le estaba ocurriendo…pero también era un hombre inteligente, sabía que aquellos olvidos eran solo el comienzo, aunque de cara a la galería se empeñase en aparentar que todo era normal. Sin embargo, ya no se atrevía a salir solo…él, que siempre había sido tan independiente, que siempre había necesitado su espacio, sus horas a solas alejado del mundo… no, ya no se atrevía, por eso, cuando levantaba la cabeza de su vieja libreta, observaba la risa, burlona y picaresca, de su nieto Pablo, el más pequeño, que a sus doce años comprendía mejor a su abuelo que los adultos que formaban la familia. Cada día lo acompañaba al parque, a sus horas de retiro, y jugaba, y se divertía, pero siempre atento, pendiente de cada movimiento de ese viejo al que quería tanto.
A pesar de su corta edad sabía perfectamente que una nube cada vez más oscura rodeaba a su abuelo, y que ni él ni nadie podían hacer nada por evitarlo.

Madurez y juventud…experiencia e inocencia…principio y fin…dos vidas diferentes,un mismo miedo…miedo a no reconocer…miedo a no ser reconocido.


Cheshire

4 comentarios:

Pugliesino dijo...

Vivo de cerca una situación parecida. Mi sobrina al verlo rescata de entre la niebla ese puente que le une a los recuerdos y que no deja de atravesar para no dejar de palparlo.
Es hermosa,emotiva,la entrada,más aún como la narras.
Enhorabuena

Pugliesino dijo...

No puedo ver la imagen ni está activado lo de dejarte comentario,pero transmites la música de Sinatra y la calma que llega tras la tempestad.
Me alegro que estés bien
Un abrazo!

Cheshire dijo...

Gracias Carlos...intentaré ver qué le ocurre a la página. Un beso

Pugliesino dijo...

Nada :s sigue sin aparecer el vínculo que permite publicar un comentario.
Pero al menos,y aunque no tenga título queda este lugar por el que pasear por el Callejón del Gato,y divisar entre los restos de la lluvia el reflejo de tu sonrisa.Pasaste ese mal momento,y eso es lo importante.
Un beso