La entrada del supermercado se había convertido en su parada diaria. Allí quieto, ausente y melancólico, como quien espera la llegada de alguien que sabe que nunca va a llegar. Día tras día…el mismo sitio…la misma hora…estar sin estar.
No suponía ningún peligro, quizás por eso los trabajadores no se molestaban en llamarle la atención, quizás por eso los clientes se habían acostumbrado a su inerte presencia.
No era mayor, en su mirada perdida aún podían verse rasgos de una juventud moribunda, acentuada por una calvicie bastante avanzada.
Las nuevas generaciones no conocían su pasado, ni tampoco su presente. Ignoraban por completo que ese cuerpo consumido perteneció antaño a una de las mejores familias del pueblo, de esas “adineradas” que parecen tener la vida resuelta.
Los que lo habían conocido no podían reconocer en él aquella mente privilegiada que en los años 70 lograba dejarlos boquiabiertos con una magnífica conversación sobre arte, literatura o cualquier tema que tocase. La década “hippie” en la que todo había que probarlo, en la que el amor libre y las drogas hacían acto de presencia a la vuelta de la esquina le había dejado una deuda para el resto de sus días…la misma década, tan maravillosa y maldita al mismo tiempo. El desfase de aquel tiempo había hecho mella en su cabeza, desencadenando en su cerebro esa enfermedad que ante los ojos del resto del mundo no dejaba de ser “locura”, aunque el término esquizofrenia entrañara una mayor complejidad desconocida para muchos.
Había borrado de su memoria infinidad de recuerdos, hasta el punto de verse a si mismo rodeado de extraños, pero en ocasiones la lucidez le llegaba por sorpresa y podía recordar nombres, fechas y situaciones vividas con aquellos que habían sido sus amigos, emulando relaciones del pasado para, repentinamente, regresar a su estado ausente ante la perplejidad de su oyente.
Día tras día…el mismo sitio…la misma hora…estar sin estar…
No suponía ningún peligro, quizás por eso los trabajadores no se molestaban en llamarle la atención, quizás por eso los clientes se habían acostumbrado a su inerte presencia.
No era mayor, en su mirada perdida aún podían verse rasgos de una juventud moribunda, acentuada por una calvicie bastante avanzada.
Las nuevas generaciones no conocían su pasado, ni tampoco su presente. Ignoraban por completo que ese cuerpo consumido perteneció antaño a una de las mejores familias del pueblo, de esas “adineradas” que parecen tener la vida resuelta.
Los que lo habían conocido no podían reconocer en él aquella mente privilegiada que en los años 70 lograba dejarlos boquiabiertos con una magnífica conversación sobre arte, literatura o cualquier tema que tocase. La década “hippie” en la que todo había que probarlo, en la que el amor libre y las drogas hacían acto de presencia a la vuelta de la esquina le había dejado una deuda para el resto de sus días…la misma década, tan maravillosa y maldita al mismo tiempo. El desfase de aquel tiempo había hecho mella en su cabeza, desencadenando en su cerebro esa enfermedad que ante los ojos del resto del mundo no dejaba de ser “locura”, aunque el término esquizofrenia entrañara una mayor complejidad desconocida para muchos.
Había borrado de su memoria infinidad de recuerdos, hasta el punto de verse a si mismo rodeado de extraños, pero en ocasiones la lucidez le llegaba por sorpresa y podía recordar nombres, fechas y situaciones vividas con aquellos que habían sido sus amigos, emulando relaciones del pasado para, repentinamente, regresar a su estado ausente ante la perplejidad de su oyente.
Día tras día…el mismo sitio…la misma hora…estar sin estar…
Cheshire
4 comentarios:
¿Has publicado este relato antes...?
No se por qué pero me suena mucho haberlo leído.
Será que ya reconozco automáticamente tu estilo.
De todas formas me ha gustado mucho (como siempre).
Sencillo, claro, buena descripción, con sentimiento.
Gracias por compartirlo.
Un beso,
Hedda
Lo leíste en mi espacio, por eso te suena, jeje. Un besazo, guapa.
Tengo la impresión que en unas decadas no existirán supermercados suficientes para refugiar a muchos de esas nuevas generaciones a las que haces referencia!
¡Ah! Claro... :p
Por eso me sonaba, jeje.
Da igual, ha sido un placer leerlo otra vez.
Nos leemos,
Hedda
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