martes, 20 de abril de 2010

Inerte

Tan solo el movimiento de sus dedos en el teclado ofrecía un atisbo de vida. Ni siquiera sus ojos, clavados en la pantalla, parecían mostrar la más mínima expresión...o quizás sí...en ellos se vislumbraba un leve reflejo de la tristeza que invadía su interior. Hacía días que las lágrimas habían dejado de manar, pero su alma no se había repuesto de esa punzada que le oprimía el pecho. Su estado de ánimo se movía como si viajase en una montaña rusa, atravesando estaciones de euforia y desaliento total y, aunque sabía que era algo habitual en ella, le resultaba imposible acostumbrarse.
La vida consistía en eso, en caerse y volver a levantarse, pero esta última caída le había hecho más daño del que todos pensaban. Le costaba ser adulta, a pesar de haber aparentado siempre una madurez superior a la de su edad. Le costaba asimilar que las personas cambiaban. Le costaba asimilar que algo se acababa. Tal vez ése era su mayor error...el pasado permanecía junto a ella más tiempo del necesario, y le costaba decirle adiós.
Siempre le habían dicho que la sensibilidad formaba parte de su carácter...pero se sentía como la reina Maléfica de los cuentos de hadas.
Ahora, sentada frente a la pantalla, su mente seguía divagando en pensamientos que, como siempre, solo terminaban agudizando una herida que no terminaba de cicatrizar.
Cheshire

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te voy a regalar mercromina... Por si las moscas...