La noche prometía ser larga y tediosa, aunque no más que las anteriores. Teo lo había asumido como una costumbre, como quien cada mañana se levanta para ir a trabajar, con la diferencia de que su despertador sonaba a las ocho de la tarde.
Desde luego no era el empleo de su vida, pero pagaban bien, y le permitía (entre otras cosas) pagar la matrícula universitaria, que cada año estaba más cara.
"Veremos qué da la noche"...pensó mientras ticaba en esa máquina chivata que te delata si llegas cinco minutos tarde.
Todo estaba preparado... tabaco, café, chocolatinas para matar el hambre a las cuatro de la mañana... y su mejor amiga durante las largas horas nocturnas: la radio.
Teo echó un vistazo a las cámaras que le permitían controlar todas las zonas del complejo y se dispuso a escuchar atentamente el programa que hasta las tres le mantendría entretenido, y se reiría (como cada noche) con las tonterías que más de uno se atrevería a contar en antena.
Monitor 1, monitor 2, monitor 3,...todo en calma...y una nueva taza de café, antídoto natural contra la somnolencia.
El reloj del Ayuntamiento anunciaba las cinco, hora de dar un paseo por los alrededores de la piscina y hacer algo de compañía a Sam, un magnífico ejemplar de doverman que, a pesar de su aspecto fiero, no ocultaba su alegría al ver al joven.
Dos horas más tarde la ciudad comenzaba a despertar y el bullicio de la vida diaria hacía acto de presencia.
- Buenos días , doña Julia..hoy ha madrugado bastante.
- Ya lo dice el refrán, hijo: a quien madruga...
...las ocho menos veinte...Mario llega tan puntual como siempre, fiel a la cita del tradicional desayuno con Teo (sin duda, el mejor momento de la jornada).
- Bueno Mario, ya te seguiré contando, nos vemos mañana.
- Ok chavalote, descansa...¡pero no duermas demasiado!
...las ocho...tarjeta ticada...hora de irse a casa.
Desde luego no era el empleo de su vida, pero pagaban bien, y le permitía (entre otras cosas) pagar la matrícula universitaria, que cada año estaba más cara.
"Veremos qué da la noche"...pensó mientras ticaba en esa máquina chivata que te delata si llegas cinco minutos tarde.
Todo estaba preparado... tabaco, café, chocolatinas para matar el hambre a las cuatro de la mañana... y su mejor amiga durante las largas horas nocturnas: la radio.
Teo echó un vistazo a las cámaras que le permitían controlar todas las zonas del complejo y se dispuso a escuchar atentamente el programa que hasta las tres le mantendría entretenido, y se reiría (como cada noche) con las tonterías que más de uno se atrevería a contar en antena.
Monitor 1, monitor 2, monitor 3,...todo en calma...y una nueva taza de café, antídoto natural contra la somnolencia.
El reloj del Ayuntamiento anunciaba las cinco, hora de dar un paseo por los alrededores de la piscina y hacer algo de compañía a Sam, un magnífico ejemplar de doverman que, a pesar de su aspecto fiero, no ocultaba su alegría al ver al joven.
Dos horas más tarde la ciudad comenzaba a despertar y el bullicio de la vida diaria hacía acto de presencia.
- Buenos días , doña Julia..hoy ha madrugado bastante.
- Ya lo dice el refrán, hijo: a quien madruga...
...las ocho menos veinte...Mario llega tan puntual como siempre, fiel a la cita del tradicional desayuno con Teo (sin duda, el mejor momento de la jornada).
- Bueno Mario, ya te seguiré contando, nos vemos mañana.
- Ok chavalote, descansa...¡pero no duermas demasiado!
...las ocho...tarjeta ticada...hora de irse a casa.
Cheshire
1 comentario:
Y el mundo parece mas humano de noche.
Hola! :)
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