martes, 15 de junio de 2010

Ignorarse

La habitación se le iba haciendo, poco a poco, más pequeña, y sus pensamientos comenzaban a asfixiarla como si de una amordazadora mano se tratase. Ella era su peor enemiga y lo sabía...por ello se había odiado tantas y tantas veces, más de lo que nunca había llegado a odiar en su vida.
Estaba cansada, muy cansada. Demasiados años luchando contra lo mismo, demasiados años envuelta en una espiral de la que (comenzaba a pensar) jamás saldría por completo, demasiados años pensanso de manera errónea.
Su mente le jugaba malas pasadas, algunas más graves que otras, y aún sabiando que ahora tenía mayor control sobre ella, ésta aparecía (de vez en cuando) con sus dotes manipuladoras, trastornando una realidad que tanto le estaba costando descubrir.
Estaba cansada, muy cansada. No quería regresar a ese pozo que tantas lágrimas le había hecho derramar, no quería emprender el camino de retorno, no quería mirar atrás.
Era fuerte, lo sabía...su frágil tendencia natural escondía una fortaleza que le ayudaba a luchar contra ese Goliat que tanto daño le hacía...y no estaba dispuesta a rendirse. Quizás durase toda la vida, estaba convencida, al igual que duraría su búsqueda de respuestas e incluso la aceptación de sí misma, pero no se daría por vencida.
En noches como aquella, con el frío calado en los huesos y la lluvia mojando su asfalto, sus cimientos se venían abajo, derrumbados por nimios detalles imperceptibles y fugaces pensamientos que trataban de anidarse en su cabeza...pero, ahora, ella decidía. Se conocía mejor y, aunque era inevitable sentir esa punzada que le hería el corazón, había aprendido a coger las riendas de un caballo salvaje a punto de desbocarse.
Ella era su peor enemiga y lo sabía...en noches como aquella tenía que alejarse e ignorar esa voz interior que, demasiadas veces, le había jugado malas pasadas.
Cheshire

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que necesario es ignorarse de vez en cuando...