martes, 1 de junio de 2010

Una tarde cualquiera


La claridad de la tarde inundaba de tranquilidad el pequeño recinto que, en los últimos meses, se había convertido en su refugio. El ocaso del día constituía su mejor momento, esos instantes en que el mundo parecía detenerse, como si el reloj quisiese concederle unos minutos inexistentes. Su cuerpo lo intuía, tanto que se relajaba hasta el punto de querer separarse de su mente.

Solo el sonido de los pájaros que divisaba a través de la ventana rompían el silencio y el mar, como una balsa de plata en el horizonte, conseguía su despedida en forma de sonrisa.

Podían ser solo unos instantes...suficientes para tener la certeza de que todo merecía la pena.


Cheshire

2 comentarios:

Lord Buworld dijo...

Son tantas las cosas que pueden merecer la pena...como en este caso, una tarde cualquiera. Un café o te, una mirada perdida y el Mediterráneo de fondo. Si además, se acompaña de una buena música de fondo, entonces es cuando nos sentimos reyes en la patria de la soledad.

Cheshire dijo...

Tu comentario es más bonito que mi texto...mil gracias. Un besito.