La lluvia no había dado tregua desde que iniciara su llanto la madrugada anterior. Odiaba conducir en esas circunstancias, el trayecto se hacía más largo y el tiempo parecía no transcurrir. Llevaba días con la mente ausente, muy lejos de aquel vehículo en el que se encontraba. Era consciente de que, en aquel momento, parecía estar dividida en dos: por un lado su cuerpo, pendiente a la carretera, mecánico en todo momento, concentrado en observar lo que ocurría delante, a los lados, detrás...por otro, su cabeza, tan distante, tan segura en ocasiones, tan perdida en otras...el agua resbalaba por la luna delantera y los parabrisas luchaban por ganarle la batalla...y todo iba más lento. Subió el volumen de la radio, la banda sonora de aquella película que le erizó el vello la devolvió a una extraña realidad; miró a su lado, tuvo la certeza de que el joven del vehículo iba en la misma situación personal que ella. Mientras recorría la larga avenida central se sintió en un bello momento cinematográfico, bello y doloroso momento. Se sintió aliviada al apagar el motor; abrió el paraguas, cerró el coche y se alejó por unas horas de su alma.
Buenas noches,
Cheshire
3 comentarios:
En la lectura la voz de su pensamiento ahoga el del motor, el de la lluvia, el de la música. Le das tal vida a ese instante que dura el trayecto que la descripción es movimiento y sonido, es silencio a su alrededor.
Precioso Chesire, un beso
Muchas gracias Carlos! tus comentarios hacen que quiera seguir escribiendo. Un beso.
Odio ir en coche cuando llueve y tu relato me lo ha recordado... Me meto dentro como si yo fuera en el coche; aunque me alegra cuando sale :)
Besos,
Nessa
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